En el sector del Cabo San Isidro, a 75 kilómetros de Punta Arenas, el espectáculo marino es total en el Estrecho de Magallanes. Tras navegar cerca de 40 minutos desde Bahía James, se puede disfrutar de un show con pingüinos magallánicos, delfines, lobos marinos, cormoranes, albatros de ceja negra y por supuesto, ballenas jorobadas.
Es una experiencia única. Un momento que hay que vivir alguna vez en la vida. El contacto con la naturaleza y la fauna marina, la adrenalina salvaje, la emoción de los viajes por mar, lo inhóspito de los trayectos por tierra, la incertidumbre de toparse con magnos mamíferos como las ballenas, con queribles delfines o con tiernos pingüinos, es inigualable. Aunque parezca una historia sacada de National Geographic, no lo es. Y todo parte en Punta Arenas.
Para lanzarse en una aventura con el objetivo de estar en contacto con ballenas y fauna marina por el Estrecho de Magallanes, hay que armarse de ánimo, muchas ganas y algo de paciencia. Desde Punta Arenas, hay que ir por tierra por cerca de una hora (por 75 km) hasta el sector de Bahía James, donde arranca el trekking para Cabo Froward, hito geográfico donde comienza el continente americano, señalado por la cruz de los mares.
Lo que sigue es un movido trayecto en un bote zodiac mar adentro, donde a medida que se avanza y según la intensidad del viento, el recorrido se hace más y más adrenalínico. Al poco andar por el sector del Faro San Isidro (último faro del continente), un grupo de delfines hace su aparición. Primero tímidamente, para poco a poco, comenzar con sus piruetas, siempre rodeando al bote. “Les gusta el sonido del motor”, dice el conductor de la embarcación.
Con este espectáculo como telón de fondo, y tras dejar atrás la Bahía del Águila, antigua estación ballenera (donde se puede apreciar un Pingüino Emperador solitario), el zodiac comienza a bajar su intensidad a medida que se acerca a una colonia de lobos marinos que descansan en una pequeña isla en el sector de la Bahía Cañón. Como si supieran su protagonismo, los lobos juegan, se lanzan y nadan ante la mirada curiosa de los turistas. Además, en este pequeño trozo de tierra, se puede apreciar pilpilenes australes, gaviotín sudamericano y cormoranes.
De vuelta en la travesía, la naturaleza se hace presente en todo su esplendor. A medida que el zodiac avanza, diversos albatros de ceja negra y petreles podemos ver planear con sus inmensas alas, también los pingüinos magallánicos aparecen para saludar y acompañar en el trayecto. Bosques frondosos y siempre verde, hacen su aparición a medida que el bote de acerca a la Bahía del Indio. Aquí se realiza una pequeña parada en tierra firme para descansar, comer algo y recargar baterías.
Navegando nuevamente en mar adentro por el Cabo San Isidro, llega el momento esperado por todos. Una gran ballena jorobada se deja ver por unos segundos y luego se sumerge. Un sonido tosco en el agua avisa que el gran mamífero sigue cerca. Luego, saca su aleta invitando a los turistas a seguirla. Los flashes de las cámaras fotográficas se suceden sin parar, mientras la gran ballena aparece y desaparece sin cesar. Luego, como si nada, se aleja y se pierde para no volver.